Niños no vacunados enfrentan hasta 20 veces más riesgo de padecer COVID prolongado
Niños y adolescentes no vacunados tenían hasta 20 veces más riesgo de COVID persistente, según un estudio de la Universidad de Pensilvania
La COVID prolongada, también conocida como PASC (secuelas posaguda de la infección por SARS-CoV-2), sigue siendo uno de los fenómenos más enigmáticos de la pandemia. Crédito: israel gutierrez | Shutterstock
Un nuevo estudio liderado por investigadores de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania reveló que los niños y adolescentes no vacunados contra el COVID-19 tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar síntomas prolongados tras la infección.
En concreto, se encontró que estos jóvenes presentaban hasta 20 veces más probabilidades de padecer lo que se conoce como COVID persistente, en comparación con sus pares vacunados.
Este hallazgo, publicado en la revista científica eClinicalMedicine, aporta nuevas luces sobre el papel crucial que desempeña la vacunación en la prevención de secuelas a largo plazo del virus, especialmente en la población pediátrica.

El estudio forma parte de una iniciativa más amplia llamada RECOVER, que analiza historiales médicos electrónicos de múltiples sistemas de salud en Estados Unidos con el objetivo de comprender mejor las consecuencias a largo plazo de la infección por SARS-CoV-2.
A diferencia de investigaciones anteriores que se han enfocado mayoritariamente en adultos, este nuevo trabajo se centró en niños y adolescentes, un grupo cuyas respuestas inmunológicas pueden diferir significativamente de las observadas en los mayores.
El equipo analizó los registros médicos electrónicos anónimos de cerca de 400.000 menores en todo el país, dividiéndolos en distintas cohortes según las olas de contagio registradas en 2021 y 2022, cuando predominaban las variantes delta y ómicron, respectivamente.
En el grupo de adolescentes de 12 a 20 años, cuyos registros correspondían al periodo entre julio y noviembre de 2021, se observó una eficacia de la vacuna cercana al 95 % en la prevención de casos de COVID prolongada.
En cifras estadísticas, esto se tradujo en apenas 0,11 casos por cada 10.000 semanas-persona entre los vacunados, frente a 3,54 en el grupo sin inmunización, lo que representa una diferencia de hasta 32 veces.
Durante la etapa posterior, correspondiente al año 2022 y con la variante ómicron como predominante, la protección ofrecida por la vacuna fue menor pero aún considerable. En niños de entre 5 y 11 años, la vacuna redujo el riesgo de COVID persistente en aproximadamente un 60 %, mientras que en los adolescentes la reducción fue del 75 %.
Las tasas de incidencia también evidenciaron estas diferencias, en los vacunados del grupo infantil fue de 0,33 casos, frente a 1,07 en los no vacunados. En los adolescentes, se registraron 0,24 casos entre quienes recibieron la vacuna, en comparación con 1,43 entre los que no fueron inmunizados.
Efecto protector de las vacunas
Pese a estos resultados alentadores, los investigadores puntualizaron que el efecto protector de la vacuna parece estar más relacionado con la prevención de la infección inicial, en lugar de una protección directa contra la COVID persistente una vez que ocurre la infección.
Según explicó el Dr. Qiong Wu, autor principal del estudio, un análisis de mediación permitió identificar que, una vez que el virus logra infectar al organismo, el riesgo de desarrollar síntomas persistentes es similar entre vacunados y no vacunados. Esta observación sugiere que la mejor herramienta para evitar la COVID prolongada es, en primer lugar, evitar la infección mediante la vacunación.

La COVID persistente, también conocida como PASC (secuelas posaguda de la infección por SARS-CoV-2), sigue siendo uno de los fenómenos más enigmáticos de la pandemia.
Se manifiesta con síntomas como fatiga crónica, dificultades cognitivas, dolores musculares y otros trastornos inespecíficos que pueden prolongarse durante semanas o incluso meses tras la fase aguda de la enfermedad.
Aunque sus causas no están del todo claras, se sospecha que, al igual que ocurre con otros síndromes posvirales, podría tratarse de una respuesta inmunitaria alterada o de un daño persistente ocasionado por el virus.
Los autores del estudio concluyeron que, si bien aún queda mucho por descubrir sobre los mecanismos detrás de la COVID persistente, estos nuevos datos subrayan el valor de la vacunación como una herramienta eficaz no solo para evitar complicaciones inmediatas, sino también para reducir la probabilidad de consecuencias a largo plazo entre los más jóvenes.
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