Decidido: EE.UU. baja aranceles a autos hechos en México
Estados Unidos reducirá los aranceles del 25% al 15% para vehículos ensamblados en México que cumplan con las normas del T-MEC
Chevrolet Equinox EV. Crédito: Chevrolet. Crédito: Cortesía
Sin duda que en cuanto al rubro de la industria automotriz, México acaba de lograr un avance clave. Estados Unidos reducirá los aranceles aplicados a vehículos ensamblados en territorio mexicano, una decisión que representa tanto un alivio inmediato como una señal de confianza hacia la integración regional.
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La medida contempla una disminución del 25% al 15% en las tarifas que se aplicaban a ciertos vehículos exportados desde México.
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Este cambio representa un respiro para las automotrices que han invertido en plantas mexicanas bajo las reglas del T-MEC, y que ahora ven menos amenazada su competitividad frente a los fabricantes establecidos dentro de Estados Unidos o Asia.
El acuerdo no se alcanzó de la noche a la mañana. Las gestiones diplomáticas, encabezadas por la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, fueron decisivas para obtener una rebaja que, según estimaciones del sector, podría significar un ahorro de hasta $966 dólares por unidad frente a lo que habría costado mantener la tarifa del 25%.
La reducción del arancel al 15% se aplicará exclusivamente a vehículos que cumplan con los estándares del T-MEC, especialmente aquellos que integren al menos un 75% de contenido regional en su fabricación.
Esto último resulta crucial, dado que la cadena de suministro automotriz en América del Norte está profundamente interconectada. Hasta el 40% de los componentes de un vehículo ensamblado en México pueden tener origen estadounidense, según datos del sector.
Esta realidad permitió que el T-MEC fuera un instrumento decisivo en la negociación, al subrayar la lógica compartida de la producción regional.

El acuerdo llega en un momento en que diversas marcas están redefiniendo sus estrategias de manufactura para responder a cambios regulatorios, presiones logísticas y fluctuaciones políticas.
Hyundai, por ejemplo, anunció recientemente que parte de la producción de su modelo Tucson se trasladará a Estados Unidos, lo cual ilustra cómo las decisiones comerciales se ajustan a las señales que envían los gobiernos.
Pero más allá de las estrategias individuales, la reducción de aranceles también tiene un impacto directo en el consumidor. De acuerdo con la Industria Nacional de Autopartes (INA), si el arancel del 25% se hubiera mantenido, el precio final de cada unidad mexicana exportada podría haberse incrementado hasta $2,414 dólares. Con la nueva tarifa del 15%, esa presión se reduce considerablemente.
Eso podría traducirse en mayor demanda para SUVs, sedanes y camionetas fabricadas en México, como el Chevrolet Equinox, el Nissan Versa o el Volkswagen Jetta, que ya cuentan con una fuerte presencia en el mercado estadounidense.
Las empresas, no obstante, deberán encontrar formas de equilibrar el cumplimiento normativo del T-MEC con estructuras de precios atractivas para competir en el escaparate más exigente del mundo.
Pasos que son positivos para todas las partes
Desde el lado estadounidense, la reducción de aranceles no implica necesariamente un retroceso en su estrategia industrial.
Washington sigue apostando por fortalecer su propia capacidad de manufactura, pero reconoce que la cooperación regional es clave para resistir la competencia global, especialmente frente al crecimiento de China en el mercado de autos eléctricos y de combustión.
El gobierno estadounidense ha manifestado su intención de realizar auditorías más rigurosas para verificar el cumplimiento de los estándares del T-MEC.
Esto significa que las armadoras mexicanas no solo deberán mantener un alto contenido regional, sino también cumplir con condiciones laborales, ambientales y de trazabilidad que forman parte del acuerdo comercial.
Mientras tanto, México prepara un nuevo impulso al sector. Como parte del Plan México anunciado por la istración Sheinbaum, se proyecta un aumento del 10% en la producción de vehículos para el mercado interno, así como una mejora del 15% en el contenido nacional dentro de la cadena de valor automotriz.

La noticia ha sido bien recibida por los principales clusters automotrices del país, como los de Puebla, Guanajuato y Coahuila. Empresas proveedoras de autopartes, muchas de ellas pequeñas y medianas, también se verán beneficiadas al mantenerse el flujo exportador y evitarse el golpe de una tarifa más elevada.
Los expertos coinciden en que la reducción del arancel al 15% es solo un paso, aunque importante. La industria automotriz mexicana deberá seguir invirtiendo en tecnología, talento e infraestructura para mantenerse competitiva en un entorno en el que Estados Unidos busca relocalizar parte de su producción y diversificar riesgos.
En paralelo, se abren nuevas oportunidades. La transición hacia vehículos eléctricos y las inversiones en nuevas plantas de baterías podrían permitir que México consolide su posición como hub estratégico para América del Norte, siempre y cuando logre mantener condiciones estables y atractivas para los inversionistas.
Por ahora, la noticia representa un momento de alivio para fabricantes, proveedores y consumidores. A pesar de las tensiones comerciales y los desafíos regulatorios, la relación económica entre México y Estados Unidos demuestra que, cuando se trabaja bajo acuerdos multilaterales y con objetivos compartidos, los resultados pueden ser mutuamente beneficiosos.
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