window._taboola = window._taboola || []; _taboola.push({article:'auto'}); !function (e, f, u, i) { if (!document.getElementById(i)){ e.async = 1; e.src = u; e.id = i; f.parentNode.insertBefore(e, f); } }(document.createElement('script'), document.getElementsByTagName('script')[0], '//cdn.taboola.com/libtrc/mycodeimpremedia-laopinion/loader.js', 'tb_loader_script'); if(window.performance && typeof window.performance.mark == 'function') {window.performance.mark('tbl_ic');}

Cómo la misokinesia podría afectar a una de cada tres personas

Una de cada tres personas sufre misokinesia, un fenómeno poco conocido que causa irritación al ver movimientos repetitivos en otros

Cómo la misokinesia podría afectar a una de cada tres personas

La misokinesia es una respuesta emocional negativa ante los movimientos pequeños y repetitivos de otras personas, como sacudir una pierna, jugar con un bolígrafo o hacer crujir los nudillos.  Crédito: Oporty786 | Shutterstock

Ver a alguien mover insistentemente un pie o tamborilear los dedos sobre la mesa puede causar más que simple distracción. Para muchas personas, estos gestos desencadenan una respuesta emocional intensa, de incomodidad o incluso rabia.

Este fenómeno, aunque poco conocido, tiene un nombre: misokinesia, que significa literalmente “odio a los movimientos”. Y no se trata de una rareza aislada. Estudios recientes indican que una de cada tres personas en la población general puede experimentar este tipo de malestar.

La misokinesia es una respuesta emocional negativa ante los movimientos pequeños y repetitivos de otras personas, como sacudir una pierna, jugar con un bolígrafo o hacer crujir los nudillos.

Aunque estos comportamientos suelen ser inconscientes y anodinos para quien los realiza, pueden resultar perturbadores para quienes los observan. Las emociones que se despiertan incluyen ansiedad, enojo, frustración y, en algunos casos, una disminución del bienestar en situaciones sociales o laborales.

Este fenómeno comenzó a captar la atención científica a raíz de investigaciones previas sobre la misofonía, una condición en la que ciertos sonidos repetitivos provocan reacciones de irritación o molestia extrema.

A partir de ahí, investigadores como el psicólogo Sumeet Jaswal, de la Universidad de Columbia Británica (UBC) en Canadá, decidieron profundizar en los efectos de los estímulos visuales repetitivos. Su estudio de 2021 fue el primero en abordar la misokinesia de manera sistemática.

A través de encuestas y pruebas realizadas a más de 4.100 personas, tanto estudiantes como adultos de la población general, el equipo de Jaswal descubrió que un tercio de los participantes reportó algún grado de sensibilidad ante los movimientos inquietos de otros.

Este hallazgo es clave, ya que demuestra que la misokinesia no es exclusiva de personas con diagnósticos clínicos, sino una experiencia común que había pasado desapercibida en la literatura científica.

La intensidad con la que se manifiesta varía.

Algunas personas sienten un leve fastidio, mientras que otras se ven emocionalmente afectadas al punto de evitar encuentros sociales o experimentar una reducción del disfrute en actividades cotidianas.

Según el neurocientífico Todd Handy, también de la UBC, este tipo de malestar puede influir negativamente en el desempeño académico o laboral, además de generar tensiones interpersonales.

Una de las hipótesis de la razón porque esto sucede es el papel de las llamadas neuronas espejo. Estas neuronas se activan cuando observamos a otros moverse, generando una especie de empatía automática.

Si vemos a alguien inquieto, nuestro cerebro podría interpretar inconscientemente que esa persona está ansiosa o nerviosa, y replicar esa sensación en nosotros. De este modo, la incomodidad no se produce solo por el movimiento en sí, sino por lo que nuestro cerebro cree que ese movimiento representa.

Otra línea de estudio reciente sugiere que las personas con misokinesia podrían tener dificultades para desconectarse de los estímulos visuales que consideran molestos. Es decir, más que una respuesta exagerada al movimiento en sí, el problema radicaría en no poder apartar la atención de ese comportamiento repetitivo. Sin embargo, estas hipótesis aún requieren más investigación.

Un estudio más reciente liderado nuevamente por Jaswal en 2024, aunque con una muestra más pequeña, parece apuntar en esa dirección: las personas con misokinesia no solo notan más estos movimientos, sino que tienen dificultades para ignorarlos. Esto abre nuevas posibilidades para entender los mecanismos cognitivos detrás del fenómeno y, eventualmente, diseñar estrategias para mitigar sus efectos.

Aunque todavía hay mucho por descubrir, lo que ya está claro es que la misokinesia es real y afecta a un número significativo de personas. Reconocer esta condición es el primer paso para comprender mejor cómo los estímulos visuales cotidianos pueden influir en nuestra salud mental y bienestar social.

Sigue leyendo:

En esta nota

trastorno
Contenido Patrocinado

Suscríbete al boletín de Noticias

Recibe gratis las noticias más importantes diariamente en tu email

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y Google Política de privacidad y Se aplican las Condiciones de servicio.

¡Muchas gracias!